Por el río cruzábamos, te encantaba, pero viste algo que te dejó congelada. Me paré al lado tuyo, gritando tu nombre, pero no dabas reacción a mi llamado, estabas en pausa.
Esperé días y noches tu vuelta a mi mundo, pero nunca llegaste, te fuiste y no pude darte el último saludo, pero si el último beso.
La última noche, la cuál me resigné a seguir esperando, te senté a mi lado, con los pies en el agua del río, y te hablé hasta quedarme dormido. Lo que me alegró, fue despertarme y ver que pusiste una sonrisa, la cuál me dio esperanzas, pero era obvio que no ibas a volver.
Cada día que pasa, alargo mi camino a casa para pasar por el río a darte un beso, dejarte flores y desearte buenas noches. Tengo esperanzas de pasar mañana y saber que me vas a devolver el beso.
Las flores que te dejo, cada día crecen mas y te envuelven en ellas, crecen a tu alrededor, como si fueses su jardín, su madre que las cuida con su mejor amor.
Todos los días, a la misma hora que paso, ronda un gato que te ronronea, mientras se te entrecruza, y sigue su camino.
¿Quién eras? ¿Quién eres? – No se, pero te extraño...
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