
Vlad III de Valaquia fue un Príncipe de Valaquia (hoy parte de Rumania), considerado el originario Conde Drácula e inspirador de la obra literaria del mismo nombre.
Símbolo de la Orden del Dragón
Su traumática infancia, fue muy determinante a la hora de formar su futuro como príncipe. A los 13 años, en 1444, fue entregado a los turcos como rehén junto con su hermano Radu, por su padre como muestra de sumisión al Sultán y como garantía. Fue criado por el mismo Murat II (padre de Mehmet II, el cual lo tuvo como a un hermano) en ciudades como Adrianópolis, Egniojsor, Ened y Ninfamén, siendo el propósito evitar una nueva traición por parte del padre de Vlad. Lo más seguro es que allí aprendiera de los turcos las torturas y la forma humillante de ejecución del empalamiento, que quedaría grabado en su mente para siempre.
Cuando volvió del exilio su padre Vlad Dracul había muerto apaleado, y a su hermano Mircea le quemaron los ojos con un hierro al rojo vivo antes de enterrarlo aún con vida en su presencia, ambos hechos fueron ordenados por los Boyardos (una aristocracia local), a los cuales Vlad tuvo desde entonces odio eterno. Los turcos lo apoyaron hasta convertirlo en rey de Valaquia (antes incluso llegó a ser príncipe de Transilvania, pero sólo durante unos meses). Esto ocurrió en 1448, pero los húngaros lo expulsaron por ordenes de Juan Hunyadi, comandante en jefe de los nobles de Hungría, antiguo aliado de su padre.
Durante ocho años Vlad estuvo viajando por los lugares limítrofes de Valaquia buscando apoyo. Se sabe que en este tiempo contactó y trabó amistad con Esteban de Moldavia, quien le ayudaría en el futuro contra los turcos cuando éste se convirtió en voivoda de su país. Además aprendió varias tácticas político-militares.
Principado (1456-1462)
Cuando conoció que los turcos habían sido rechazados por los húngaros se lanzó al ataque del poder que ostentaba Vladislav II, protegido de los turcos. Junto con un contingente de Transilvania derrotó al voivoda e hizo que lo ejecutaran en la plaza pública de Tirgoviste, justo donde había muerto su hermano. Una vez convertido en príncipe, en 1456, los reinos cristianos lo reconocieron como tal.
Él fue despiadado y en las ciudades donde no lo aceptaban se realizaban ejecuciones por empalamiento de hombres, mujeres y niños, como en los casos de Kronstadt (Brasov) y Hermannstadt (Sibiu), ambas ciudades habitadas por colonos alemanes que no querían comerciar con él o que no querían pagarle tributo.
Con ello iniciaría su carrera de brutales masacres, entre las que se le atribuyen el exterminio de cien mil personas entre 1456 y 1462, hechos detallados en documentos y grabados de la época, que pusieron de manifiesto su gusto por la sangre y empalamiento, por lo que se le comenzó a llamar Ţepeş que significa en rumano: empalador (véase Empalamiento).
Venganza contra los nobles boyardos
Una de sus acciones de empalamiento masivo fue en su venganza contra los boyardos, asesinos de su padre y de su hermano mayor. Vlad llevó a cabo esta venganza en Pascua de 1459, invitando a los boyardos a una gran cena de Pascua pidiéndoles a estos que se pusieran sus mejores galas. Cuando terminaron de cenar, Vlad mandó empalar a los más viejos, mientras que a los jóvenes les obligó a ir hasta Târgoviste, hasta un castillo en ruinas que había en un monte cercano al río Arges. Los boyardos fueron a pie, y muchos perecieron en el camino, pero los que llegaron aún con vida, fueron obligados a construir el castillo de Drácula, y así, sus preciosas ropas de gala, quedaron convertidas en harapos, mientras, obligados a construir el castillo, iban muriendo de cansancio y agotamiento ante el deleite del Empalador, que pudo realizar su venganza y al mismo tiempo construir su castillo. Otra prueba de la gran astucia de Vlad.
A Vlad le gustaba organizar empalamientos multitudinarios con divertidas formas geométricas. La más común era una serie de anillos concéntricos de empalados alrededor de las ciudades a las que iba a atacar, pour encourager l'esprit. La altitud de la estaca indicaba el rango que la víctima había tenido en vida. Con frecuencia, Vlad los dejaba pudriéndose durante meses. Un ejército turco que pretendía invadir Rumania se volvió atrás, aterrado, cuando encontró a varios miles de empalados descomponiéndose en lo alto de sus estacas, a ambas orillas del Danubio.
Eliminación de pobres y gitanos
Otra de sus actuaciones en su reinado fue cuando la población se quejaba de los continuos robos que sufrían por parte de ladrones y asaltadores en sus territorios, además de los pobres, que según Vlad no aportaban nada al país. Para erradicar esto propuso un gran festín en una gran casa de las afueras de las ciudades para pobres, ladrones, tullidos, leprosos, enfermos, pordioseros, en donde las grandes viandas y el vino estaban por doquier. Cuando ya todos estaban bien servidos de comida y borrachos de vino, Vlad y su guardia se plantaron en la casa y preguntó a todos los allí reunidos si querían una vida sin privaciones ni preocupaciones y que todos los días se dieran festines como aquel, a lo que los mendigos y demás personas respondieron que sí y que había sido el mejor día de sus vidas. Vlad les sonrió y mandó a sus soldados que cerraran todas las puertas de la casa y prendieran fuego sobre ella. Nadie quedó con vida. Eliminó la pobreza acabando con los pobres. Estas atrocidades se fueron repitiendo con todos los mendigos en cada comarca de su principado. Llegaron a morir 3.600.
El siguiente grupo para él improductivo con el que quiso acabar, fue el de los gitanos. Vlad reunió a los trescientos de una comarca, mandó que asaran a los tres líderes para que los demás los comieran o a cambio se alistaran al frente turco, sino todos serían asados. Los gitanos optaron por lo segundo.
Los bosques de empalados contra sus enemigos
Vlad Tepes desayunando ante unos empalados
Luchó y descargó toda su brutalidad tanto contra cristianos como contra musulmanes. Dependiendo lo que le convenía en cada momento, luchaba contra aquel que le hiciera pagar tributos. Fue traidor sádico de ambos bandos, inspiración de muchas leyendas.
Tanto musulmanes como cristianos lo tenían por maldito, quedándose él en una posición media, obligando a musulmanes de su país a luchar contra los musulmanes turcos, y a los católicos a matar ortodoxos.
El Día de San Bartolomé de 1459, Vlad hizo empalar a la mayoría de los habitantes sajones de Brasov, una ciudad transilvana que se había rebelado contra él ya que habían apoyado al pretendiente Dan II, junto con desleales húngaros y rumanos, y a continuación organizó un festín en el centro de este nuevo Bosque de Empalados aún aullantes, frente a la tarima donde un verdugo descuartizaba lentamente a los cabecillas de la sublevación y sus familias. La peculiar celebración duró hasta muy entrada la noche, cuando, para iluminarse, Vlad y su ejército prendieron fuego a la ciudad ante los ojos de sus 30.000 agonizantes ciudadanos. Incluso a los que no mandó empalar los amontonó e hizo que sus soldados los mataran a sangre fría con espadas, picas y cuchillos. Poco después atacó a la ciudad de Tara Birsei, en donde también hubo varios empalamientos.
Al año siguiente arrasó las ciudades de Amlas y Fagaras por rebelión resultando la gran mayoría de sus habitantes empalados, quemados o muertos en combate. Estas ciudades tardaron varias generaciones en recuperar su población, quedando desiertas algunas poblaciones durante un siglo. Vlad al firmar la paz con Transilvania pidió que este principado no debería acoger a ningún enemigo y tenía que pagarle 15.000 florines.
Vlad se vio atacado en 1460 por el anterior voivoda Dan II que quería expulsarlo y recuperar el poder. Para ello se sirvió de un ejército transilvano de poco más de un millar, pero fue derrotado y capturado (sobre su muerte ver el apartado "atrocidades alegadas"). A la muerte de Dan hubo un nuevo pretendiente al principado que fue Vlad Caragarul, hermanastro de Vlad Tepes.
En 1461 derrotó al comandante turco Hanza en una emboscada en la frontera con los turcos (en las orillas del Danubio). Al capturar al turco le cortó los pies y las manos y lo dejó en la frontera para que sus compatriotas lo recogieran.
En 1460, 10.000 hombres fueron empalados en Sibiu. En 1461 Mehmed II, el conquistador de Constantinopla, un hombre al que no se le conocía precisamente por su repugnancia ante la efusión de sangre, se volvió a la susodicha ciudad enfermo de violentos vómitos ante la visión del Bosque de los Empalados. Este peculiar "Bosque" era un valle donde se habían talado todos los árboles para obtener estacas. Estacas suficientes para empalar a más de 23.000 prisioneros turcos, húngaros, rumanos, búlgaros y colonos alemanes y sus familias empalados allí mismo, repartidos por todo el valle, en lo alto de los palos. Éste hecho lo dejó escrito el propio Vlad ya que mandó una carta el día 11 de enero de 1462 al rey de Hungría, Matías I Corvinus, en la que escribió que había empalado a más de 20.000 personas y lo sabía bien ya que fueron cortando la cabeza a cada uno para facilitar el recuento. Además de la carta también envió al rey húngaro dos grandes sacos con orejas, narices y cabezas de sus víctimas.
Caída del poder y prisión
Pero después de 1462 los turcos se desquitaron, pues ocuparon Valaquia conquistando su capital Tirgoviste, y Vlad huyó a Hungría para pedir protección (antes de su huida su mujer se había suicidado tirándose al río, ahora río de la Princesa, por la torre del castillo de Poenari, la fortaleza que el mismo Vlad mandó construir ubicada en la frontera entre Valaquia y Transilvania, y su hijo murió durante la escapada), pero el rey de ese país lo mandó encarcelar durante doce años en el castillo de Visegrád, en la torre de Salomón. Esto ocurre tras una serie de intrigas (falsificación de documentos incluida) muy de la época y del lugar, con lo que Mehmet logra que el Rey ordenara el arresto de Vlad que fue encerrado durante doce años, primero en Visegrado (cerca de Sarajevo, a orillas del Drina) y posteriormente en las inmediaciones de Budapest, donde recibía un trato especial, es decir, era tratado con mayores consideraciones. El rey de Hungría le tenía como si fuera un visitante del castillo y ni siquiera llegó a estar entre rejas. Incluso Matías le ofreció una dama magyar, llamada Ilona Hunyadi, con la que Vlad se casó en 1467. Mientras tanto, entre 1462 y 1475, Radu, hermano menor de Vlad, hombre débil y carente de personalidad, se sentó en el trono de Valaquia casi como un títere de los turcos.
En su estancia penitenciaria hizo de encuadernador de libros y fue exhibido como atracción a las personas que se acercaban al castillo. Mantuvo su sangriento sadismo matando aves y roedores.
Último ascenso al poder de Valaquia
Más tarde, Vlad recuperó su libertad en 1473 y su trono el 11 de diciembre de 1476, gracias al apoyo real húngaro obtenido. Su última acción fue en diciembre (se dice que fue el día 31) de 1476, cuando Vlad se lanzó a atacar a los turcos. Estos habían preparado otro gran ejército para conquistar Valaquia y poner en el poder a su voivoda, Basarab Laiota. Los turcos estaban apoyados por los nobles boyardos, quienes les dejaron vía libre para penetrar en Valaquia. Y fue Basarab quien se lanzó contra Vlad Draculea en una emboscada en la que murió éste y la mayoría de su guardia personal de moldavos, de los que sólo quedaron diez soldados. Su cabeza fue entregada a los turcos quienes la exhibieron como trofeo colgada de una estaca en el centro de Estambul.
Aunque no se ha podido confirmar, su supuesta tumba podría estar en un pequeño convento del lago Snagov, cerca de Bucarest, en donde hay inscripciones y diferentes retratos sobre él.
Llegó a tener otro hijo, llamado también Vlad, con la princesa húngara anteriormente referida (que se suicidó al no soportar la vida en el castillo de Visegrád). El hijo no llegó a gobernar y murió en 1500.
Torturas y condenas
Aunque el empalamiento era, evidentemente, la diversión favorita de Vlad, también gozaba con la aplicación de otros métodos a quienes de un modo u otro le habían hecho enfurecer, normalmente en la intimidad de sus castillos. Entre los métodos de tortura favoritos del Príncipe de Valaquia se contaban también la amputación de miembros, narices y orejas; la extracción de ojos con ganchos; el estrangulamiento, la hoguera, la castración, el desollamiento, la exposición a los elementos o a fieras salvajes, el vaciado de ojos, la parrilla y la lenta destrucción de pechos y genitales, especialmente de las mujeres.